Retrato anónimo del Cardenal Belluga |
Introducción.
El
Cardenal Luis Belluga se convierte con la llegada de los Borbones al
trono Español en una de las figuras más importantes e interesantes
de este siglo XVIII.
Soldado
de Dios y del Rey, durante la guerra de sucesión, van a acontecerle
una serie de enfrentamientos tanto militares como eclesiásticos cada
fin último se podrían unificar en uno solo, la defensa de la
religión Católica.
La habilidad que demuestra en el campo de batalla como
en la dirección de su Diócesis tan solo es tangible leyendo y
analizando su conjunto epistolar de este periodo.
Nos va a mostrar un hombre muy versado en temas
militares, religiosos y económicos, de una gran inteligencia y
capacidad diplomática para los asuntos de difícil resolución.
Aunque
con una variada temática, las cartas de corte militar y las de
asuntos que tengan que ver con la dirección de su congregación son
las que más nos muestran su profundo conocimiento de los temas a
tratar y su profunda devoción.
En las misivas militares, tanto para acciones de guerra
como petición de hombres o alimentos, se destapa como un primordial
estratega, que no deja nada al azar y que piensa en todas las
consecuencias, como el alimento de sus tropas o lo perjudicial que
puede llegar a ser su presencia en una ciudad.
Con las cartas acerca de las relaciones con su Cabildo o
su congregación, el trato afable y respetuoso se tornará, si así
lo necesitara, en contundente e inapelable en la defensa de sus
ventajas episcopales. En ellas demuestra grandes conocimientos de
teología y derecho canónico, demostrando ser un hombre ilustrado.
El resto de la cartas también se consideran dignas de
estudiar pues podemos observar su capacidad de ordenar el acopio de
alimentos para enfrentarse a las hambrunas, con cifras exactas, o de
solicitar venias para obras públicas.
En
ellas también conocemos lo que podría ser lógico en una persona
tan enérgica y emprendedora, y es que su salud se vio afectada. Pues
era tanto lo que abarcaba que incluso escribió mandatos acerca de
los excesos en el vestir de sus parroquianos.
En mi estudio he dividido la búsqueda y su definición,
del análisis del conjunto epistolar. Así podremos conocer como
llegar a las fuentes para después analizar el conflicto religioso al
que tuvo que enfrentarse.
Felipe V |
3.Análisis estructural.
Previo
a la invocación, las cartas creadas durante el siglo XVIII, eran en
hojas plegadas, con una inicial en blanco y en la primera, previo al
inicio del texto, un pequeño resumen sobre el asunto, con la fecha
de redacción y las identidades de las dos partes importantes de la
misiva, el emisor y el receptor.
3.1.Protocolo.
En el conjunto de la correspondencia analizada entre
1700 y 1716, suele repetirse varias fórmulas de invocación. La más
repetida es “Viua Jesús”, seguida casi siempre de “Ilustrisimo
Señor” o “Muy Ilustre Señor”. Esta forma directa en la
exhortación de la figura de Cristo podría pasar desapercibida pues
es un Obispo quién las redacta, pero no debemos olvidar su
posicionamiento al lado de Felipe V en la contienda contra la causa
del Archiduque, aliado con los herejes que deben ser derrotados en
“Guerra Santa”. Después está guerra la trasladará a su
enfrentamiento con las pretensiones de los Regalistas, los mismos que
deseaban y pretendían imponer los derechos de la corona, la de
Felipe V, sobre la iglesia (Torgano Abajo, A. 2001).
El regalismo no es nuevo en España, ni tampoco las
pretensiones del poder político sobre la iglesia. Desde los
Austrias, la corona ha intentado prevalecer su derecho sobre las
órdenes de Roma, con mayor o menor éxito. Elección de obispos,
control de tierras y rentas, son algunos de los objetivos de la
corona frente al papado. Aunque realmente, salvo excepciones, no
desean el control espiritual, sino el económico, convirtiéndose la
iglesia en objetivo para sufragar las numerosas guerras en las que se
verá inmersa los Borbones. No olvidemos que los reyes son cristianos
y “defensores” de la fe, aunque siempre les incomodará que sobre
su corona exista una Mitra.
La formula de “Ilustrísimo Señor” va dirigida, en
su mayoría, al Cabildo de Cartagena. En una misma frase, tan
sencilla, ya encontramos rasgos del carácter respetuoso y afable que
llegó a sobresalir en Belluga. Otras tantas se dirige a la ciudad de
Murcia y en contadas ocasiones a algunos personajes determinados,
como a Don Baltasar de Medina Cachón, Jerónimo Zarandona o Don
Francisco Maldonado. Cabe destacar una carta enviada a toda la
Diócesis, y la fórmula lo merecía, ya que comunicaba la concesión
de una bula de 1704 otorgada por parte de Clemente XI.
También varia la forma de llamar la atención de su
destinatario en su notificación. “Doi/Pongo noticia a vuestra
Señoría”, “Para que vuestra Señoría”, son las fórmulas
generales de hacerlo; luego las variaciones dependerán del
destinatario al que se dirigirá con un “Señor mío” o
“Reverendísimo Padre”1.
Del análisis de la invocación y notificación
apreciamos que en ciertos documentos, de carácter grave, son muy
escuetas para pasar a exponer los hechos directamente, e incluso en
algunos casos no existe.
[...] Viua Jesús—Illustrisimo Señor. La turbación
en que se halla el Reyno de Valencia[...]2.
[...]Hauiendo hecho consejo de guerra esta mañana con
los cabos y oficiales[...]3.
La intitulación o firma del autor suele incluirse al
final del documento, junto con el destinatario del mismo, aunque
existen salvedades y no menos interesantes, pues en la famosa bula,
la intitulación también la repite al comienzo del texto.
[...]Don Luis Belluga, por la gracia de Dios y de la
Santa Sede Apostólica, Obispo de Cartagena, del Consejo de su
majestad, etc.[...].4
3.2.Cuerpo Documental: exposición y resolución de los
hechos.
Nos atenemos a un variado conjunto de hechos expuestos
en la colección epistolar de este margen cronológico. Podemos
destacar tres grupos generales. Los documentos de carácter bélico,
centrados en la guerra de sucesión y sus consecuencias; documentos
de carácter político, en relación con el Cabildo de Cartagena, la
Ciudad de Murcia o Lorca, obras públicas; documentos de carácter
religioso, donde se expresa para el gobierno de su diócesis o para
la beneficencia; y un último grupo, donde podríamos incluir cartas
sobre asuntos económicos y estéticos.
El conjunto epistolar referente a hechos de guerra data
hasta la fecha de 1710 y perfilan perfectamente la valiosa e
importante implicación directa del Obispo en las confrontaciones
militares.
[...]estamos en precission y obligación los
eclesiásticos de ayudar en quanto nuestras fuerzas alcanzen[...]5
Es indiscutible, durante el primer periodo de la guerra
que el papel protagonista lo tuvo la iglesia, y no solo en Belluga,
trambién en Obispados cómo el de Orihuela; y no es para menos, ya
que era una guerra llevada al punto de lo “sagrado” contra los
protestantes. Como hemos comentado, el Archiduque era cristiano y
contaba con el apoyo de parte del clero nacional. Felipe v, por su
parte era ilustrado y de tendencia regalistas declaradas, aunque le
apoyarían un mayor número de sacerdotes, parroquias y los Jesuitas.
Entonces, si el Borbón se oponía a la iglesia tradicional, ¿cómo
obtuvo tanto apoyo por parte del clero español?.
Los problemas surgieron cuando entre las filas del
Archiduque se encontraban Ingleses, Holandeses y hugonotes Franceses.
Estos saquearon iglesias, quemaron imágenes sagradas y alentaron la
sublevación y el desorden, provocando el disgusto de los locales y
decantándolos por la causa del rey francés. Las Milicias concejiles
y Migueletes causaron mas daños que socorro, dedicándose al
pillaje. En una de sus cartas, el Obispo advierte sobre la plata de
la Parroquia al Dean de Cartagena tras los conflictos de Valencia y
sus inicios en Villena.
[...]pues ayer me despacharon propio para que diese
licencia para sacar la plata de la Parrochial de Santtiago[...].6
La temática de sus cartas conjuga más con la de un
general del ejercito que la de un clérigo en apuros. En su guerra
contra el infiel, acercándose más a la época medieval que a los
tiempos modernos en los que se sucedía, llegó a comandar tres
tropas del Marquesado de Villena y Almansa (Vilar, J.B. 2001) y para
participar en la batalla de Alicante llegó a dirigir dos batallones
de 4.000 hombres. Y es en eso en lo que se centrará, en la solicitud
de fuerzas para luchar. En 1706, el 23 de Febrero, escribe al Deán
de Cartagena pidiéndole, que por necesidades económicas reclutará
5.000 hombres y 600 caballos, utilizando la venia Real para valerse
“de los lugares en todo aquello que pudiere ayudar esta necesidad
lo haga”.7
Por su fuerte carácter y determinación llega incluso a
quejarse del abandono sufrido en algunas ocasiones por el rey, el
cual no escucha sus suplicas para la entrega de hombres. Pero esto no
fue impedimento para tomar la iniciativa y solicitar milicianos por
donde pasa o cobijo apropiado para sus oficiales “que no reziven
sueldo bastante a poderse mantener, y cubierto, a lo menos”8.
La guerra de sucesión es una traspolación del
personaje que también trataba otros asuntos con el mismo orden y
meticulosidad, sin obviarlos, y enfrentándose a ellos desde su
“devoción divina”, con la que mandará a hombres de confianza a
cuidar las fronteras de Murcia o solventar las numerosas deserciones
que se sucedían, como la de Diego de Alburquerque.
Su asuntos de guerra tendrá que alternarlos con los
suyos propios, causándole no pocos quebraderos de cabeza y problemas
de salud.
En un segundo grupo de cartas, las de corte político y
religioso, podríamos ver su otro enfrentamiento importante durante
la guerra: la lucha contra los regalistas.
La llegada de Felipe V a la corte Española trajo
consigo los nuevos pensamientos de la ilustración, siendo las
regalías la parte doctrinal del absolutismo donde se entrevé un
enfrentamiento de la monarquía contra pontificado.
El pensamiento regalista, y sus intenciones, se orienta
hacia la predominación del poder real, que es “eterno y divino”,
sobre el eclesiástico, rechazando su inmunidad y privilegios
fiscales o económicos. No es una ruptura de fe, pues los regalistas
mas acérrimos son párrocos, prelados, obispos, como el Obispo
Solis, y por supuesto también laicos, pero fieles devotos, como el
fiscal Melchor de Macanaz. Se trata mas bien de una ruptura con las
estructuras tradicionales, en las que el Papa se subordine al poder
racional de la corte.
En una de sus cartas de 1707, dirigida a los Señores de
la Ciudad de Murcia, el Obispo Belluga recrimina la oposición al uso
de la silla Pontifical, recordando que “como por de fe que ciudad
ninguna de España ha dudado de la silla” y que si su obstinación
continuara “será preciso ocurrir a Su Majestad”9.
Nuestro protagonista empieza a experimentar los primeros
problemas sobre las tradiciones religiosas o sobre sus privilegios.
Esto no es nada nuevo, la iglesia ha tenido que luchar siempre para
que el poder laico no prevalezca sobre el suyo, el divino.
Los problemas se agravan cuando este nuevo sentir
regalista proveniente de Francia, es enarbolada por un sector de la
iglesia, que con el Obispo Solis a la cabeza, defiende una
jurisdicción episcopal directa de Cristo, y no de Roma, la cual solo
se preocupa en acumular obispados, vender bulas, etc. También son
Jesuitas y un sector de la Inquisición, la cual no se escapó de esa
división. Existió una inquisición en la Corona de Aragón y otra
en la de Castilla, formada por regalistas y ultramontanos o
tradicionalistas. Aunque los primeros consiguieran ciertas
aspiraciones ya antiguas, como elegir inquisidores catalanes y
sermones en lengua catalana, no pudieron ejercer de forma directa ya
que no fueron nombrados inquisidores locales.
La reacción antiregalista es obvia, contra el
absolutismo de los borbones y a favor de la subordinación de la
corona al Papa, el cual está en un estado superior al político, el
orden espiritual. Belluga, estudioso de San Agustín, no niega los
defectos de la curia romana, pero se opone a esta ruptura del orden
sagrado y natural, y como defensor de Felipe V, le aconseja que el
rey no es quien deba cambiar dichos defectos, y le recomienda
obediencia a la misma como señal de grandeza.
En efecto, le recomienda que no se inmiscuya en asuntos
eclesiásticos, ya que la intención del mismo pasa por incluso
cambiar los sermones de los párrocos. Y es aquí, en sus cartas,
donde Belluga demuestra una vez más su determinación en la defensa
de la iglesia como el la conoce y de sus párrocos, a los que debe
proteger. En una carta dirigida al Cabildo de Cartagena en 1708
defiende al padre Garzo de sus excesos contra él en uno de sus
sermones. En la misiva, el Obispo ve en las disculpas del párroco
suficiente castigo como para poder celebrar misa en el día de
Dolores de María Santísima, pues “estamos empeñados para
desenojar a Dios, y en día de gozo tan especial para esta ciudad
[...] se hiziera sin duda mas graue y digna de el enojo de Dios”.
Termina justificando el sermón, pues aunque sea grave el exceso de
predicación, no hace otra cosa que basarse en la doctrina.
Durante estos primeros años, tanto Belluga como otros,
se deben defender frente a las reivindicaciones de los poderes
episcopales, las cuales ponen en peligro la unión de la Iglesia. No
permiten que la inmunidad de la iglesia se vea afectada, ni tampoco
sus privilegios, rechazando con total “fe” los intentos de
secularizar la elección de Obispos, prelados, etc. por parte de los
reyes.
Pero el ejemplo más claro e interesante que podemos
observar en sus cartas de este enfrentamiento dentro de la iglesia se
sucede el 1 de Mayo de 1707, dos años antes de la ruptura de
relaciones con la Santa sede por parte de Felipe V. Su misiva,
enviada al Dean y Cabildo de Cartagena, comienza con una exposición
de los hechos muy amplia, en la que llega incluso a hacer
referencias a otros casos similares, como si creara “jurisprudencia”.
Su fin no es otro que el de exponer sus hechos para que no existan
problemas a la hora de celebrar una procesión, prometida por el
mismo Belluga a la ciudad de Murcia, en conmemoración de la
“gloriosa victoria de los enemigos de nuestra religión y su
corona”. El tono empleado durante toda la misiva es de reproche y
censura hacia el Cabildo y en la defensa de sus posturas llega a ser
duro con su interlocutor, pues el obispo extraña “muchísimo el
que por cabildo procure siempre en todas las cosas cerrar la puerta a
quanto mira al decoro y respeto de la Dignidad”.
La chispa que enciende el fuego comienza cuando el
Cabildo, con la intención de dirigir la procesión o no celebrarla,
cita al resto de las parroquias y comunidades para ello, acordando
con anterioridad que fuese Belluga quien lo hiciera. A partir de ese
momento le aflige, al igual que en la guerra, un “bombardeo” de
criticas y reproches, encaminados a defender su jurisdicción, su
divino mandato y la inexperiencia del Cabildo pues, según el Obispo,
“debere yo persuadirme no tiene Vuestra Señoría estta practica”.
El obispo está enojado, muy enojado, tanto que no “es
este tiempo para enttrarnos en controuersias inútiles”. Y es en la
disposición de lo que ha de hacerse, casi terminando, cuando Belluga
entiende que frente a este tipo de comportamientos solo le cabe la
oposición directa y enérgica, pues en su deseo de la paz, afirma,
esta no podrá llegar si la dignidad sigue siendo cercenada.
En efecto, Felipe V no se imaginaba que en la España
Católica encontraría a opositores directos a sus pretensiones, y
menos de la talla del Obispo.
Y en 1709 la ruptura con Roma se hace efectiva. Las
causas oficiales son debidas al apoyo y reconocimiento que el Papa
Clemente XI hace del Archiduque como legítimo heredero al trono
Español. Las extraoficiales vendrían dadas por los actos del rey,
el cual, y tras expulsar al nuncio papal Zondadani, cierra la
actividad de la nunciatura y el tribunal, prohibiendo enviar a Roma
cualquier cantidad de dinero a todos los obispos, y en sus
intenciones regalistas, les ordena que recobren las potestades y
atribuciones previstas para tiempos de incomunicación con el
Vaticano; en una palabra, más independencia bajo su poder.
Belluga, consciente de la gravedad de los
acontecimientos, intenta entrevistarse con el Rey, pero sin éxito,
gracias a la oposición de Macanaz (Gaite, M. Pag.192-193). Es el
momento de Robinet, confesor del Rey, el obispo Solis, el cual
defendía el eje concilio-obispos-rey, sacando de la ecuación al
papado y de Melchor de Macanaz, que intentará someter a la
inquisición y los hospitales bajo la corona. Son ahora los
principales escollos del Obispo Belluga en su relación con el Rey,
de admiración y fidelidad en el pasado.
Un año después, en Julio, en una carta dirigida a la
Ciudad de Murcia, observamos que sus problemas con el Cabildo han
llegado muy lejos, hasta el punto de romper relaciones cordiales con
el. Es posible que note la presión regalista sobre él y tenga que
defender sus posturas de forma radical.
En su exposición, hace referencia a anteriores litigios
con su Cabildo, los cuales fueron resueltos de forma cordial, pero
que durante este año ha sucedido todo lo contrario “llegado a
vulnerar en tanto que no solo no logro con ella la paz que deseaba
[..,.] sino que se ha hecho ocasión de una continua discordia”10;
y continua declarando que contraviniendo lo que es digno ha realizado
aquello que le ha sido “favorable a su práctica” o intereses.
Es tal su enojo que no ve un atisbo de concordia pues el
ya ha callado y cedido todo lo posible hasta el punto de acabar por
“perder la dignidad todos sus derechos”. Siente un cierto
desasosiego al tener que defender en la justicia cualquier afrenta,
viviendo en una continua guerra y no lograr la deseada paz. A
continuación menciona el número de faltas, más de 20, que el
Cabildo ha realizado, destacando dos que a su entender son
gravísimas. Estas se centran en el mal uso de los graneros de Lorca,
que con anterioridad había dado instrucciones para apaliar la
carestía de grano en la zona y así evitar hambrunas11,
ha hecho el Cabildo. Termina solicitando que entiendan y vean por
justa su petición observando que en poco le ha estimado su Cabildo
lo que fue ordenado.
Y hasta este punto llega los enfrentamientos dentro de
la iglesia, hasta la desobediencia y la oposición directa a aquellos
que todavía apoyan a la santa sede.
En un tercer grupo de misivas, las que atienden a
asuntos de la diócesis, se distingue el comunicado emitido por
Belluga acerca de la Bula otorgada por Clemente XI, por la cual se
absolvían de cualquier censura oculta en que hayan podido incurrir,
a los habitantes de la diócesis de Murcia, tras unas malas cosechas,
sequías y los estragos de la guerra. A la vez explica las formas y
maneras de absolución de las mismas, indicando las personas que
pueden llevarla a cabo12.
También
de este grupo es la emitida para la creación de montes de piedad en
la ciudad de Murcia. En los vecindarios que puedan instaurarse se
deberán de erigir los mismos con la ayuda de los vecinos de 2.500
fanegas de trigo y cebada. Además, el Obispo aporta 300 fanegas de
trigo y 200 de cebada, a lo que incluye diezmos y diez novemos de su
Majestad.
Pero este grupo, como el referido a asuntos económicos,
no nos muestran indicios acerca de disputas religiosas o problemas de
disciplina, como así lo indican las anteriores.
3.3.Escatocolo.
El
autor repite la misma formula en casi todos sus documentos, y tras
siempre desear salud y larga vida, indica el lugar y la fecha en la
que los escribe. A continuación valida el documento con su nombre y
cargo de Obispo, seguido del destinatario.
Obispado de Murcia |
4.Conclusión.
Durante
el primer cuarto del siglo XVIII Belluga tendrá que seguir
enfrentándose a la influencia de Macanaz y Solis en la corte,
mientras dure el conflicto con el papado. Frente a lo que se podría
pensar en una disensión en la doctrina de la religión, la división
dentro de la iglesia, y fuera del campo de batalla, se encamina más
a desavenencias frente al papado de carácter económico y
jurisdiccional. Felipe V y los regalistas se negaban a enviar más
dinero a Roma y para ello debían modificar la estructura de la
iglesia Española que la supeditaba al mandato del Papa. Las guerras
de Francia se extendían más allá de la Península, y los problemas
económicos eran obvios, pues poseer el mejor ejército del mundo
resultaba caro. Recibir todas las rentas posibles de la iglesia
española era primordial, si más aún se conocen los numerosos
bienes y rentas que posee gracias al catastro de la Ensenada.
Pero reyes que han intentado influir sobre la iglesia ha
habido siempre y en contadas ocasiones han roto sus relaciones con
Roma. La reacción de Felipe V parece desmesurada e inducida por un
grupo de personas que forman una nueva mesocracia burocrática que
desean desbancar a la antigua anquilosada aristocracia.
La situación de tensión no podría durar eternamente y
Felipe V sabía que como rey legítimo necesitaba la aprobación
moral del representante de dios en la tierra. En 1717 se firma el
concordato, mediante el cual, la situación jurídica de la
nunciatura vuelve al momento anterior al Borbón, con sus
privilegios; mientras la corona recibirá 150.000 ducados anuales de
rentas eclesiásticas durante cinco años.
Las relaciones con Roma se habían recuperado y el
Obispo Belluga volvía a posicionarse como figura importante en la
corte, provocando la expulsión de Macanaz y Robinet. Se convertirá
en un antiregalista importante que se enfrentará, entre otros, a los
Jesuitas, con ayuda de la inquisición.
En un futuro será nombrado Cardenal por Roma en
agradecimiento por su posición enérgica y clara frente a las nuevas
corrientes religiosas con las que tuvo que pugnar. En el campo de
batalla, luchar contra los herejes era una misión de fe, pero
enfrentarse con su Cabildo o defender a sus párrocos más fieles a
la causa de Roma, le exigía otro tipo de “guerra” con otros
medios. Por sus cartas podemos observar su deseo más acérrimo de no
soliviantar a cualquier parte de este conflicto, pero sus
convicciones eran claras y en ocasiones no podía permitir dejar de
denunciar lo que el entendía por abusos y atropellos.
1
Torres Fontes, J./Bosque Carceller, R.:Epistolario del Cardenal
Belluga, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1962. Pag.4-56.
2
Belluga, L.: “Dando noticias de los movimientos producidos en
reino de Valencia contra Felipe V y dando instrucciones para evitar
se propaguen al reino de Murcia” en Torres Fontes, J./Bosque
Carceller, Epistolario del Cardenal Belluga, Murcia, Academia
Alfonso X el Sabio, 1962 R. Pag. 5.
3
Belluga, L.: “Notificando la conveniencia de hacer mil fanegas de
trigo en bizcocho para suplir la posible falta de pan en caso de que
los enemigos atacasen la ciudad”, en Torres Fontes, J./Bosque
Carceller, R. Pag. 20.
4
Belluga, L: “Comunicando la bula otorgada por Clemente XI, de
fecha 12-VII-1704, por la que le daba facultad para absolver a todos
los moradores de la Diócesis de cualquier censura oculta en que
hubiesen podido incurrir e ignorasen; y dando instrucciones para la
absolución general”, en Torres Fontes, J./Bosque Carceller, R.
Pag. 40.
5
Belluga, L: “Dando noticias de los movimientos producidos en reino
de Valencia contra Felipe V y dando instrucciones para evitar se
propaguen al reino de Murcia”, en Torres Fontes, J./Bosque
Carceller, R. Pag. 5.
6
Idem.
7
Belluga, L: “Pidiendo le ayuden todo lo posible para el
mantenimiento de cinco mil hombres y seiscientos caballos que ha de
reunir para las necesidades”, en Torres Fontes, J./Bosque
Carceller, R. Pag. 9.
8
Belluga, L: “Señalando la conveniencia y obligación moral que
tenía la ciudad de proporcionar alojamiento a los oficiales de
Caballeria e Infantería que estaban en ella”, en Torres
Fontes, J./Bosque Carceller, R. Pag. 19.
9
Belluga, L: “Enviando una copia del cuaderno que tenía el
Arcediano de Lorca, en el que se deduce que el Obispo puede llevar
silla caundo va de Pontifical”, en Torres Fontes, J./Bosque
Carceller, R. Pag. 25.
10
Belluga, L: “Comunicando que ha rescindido la concordia que hizo
con el Cabildo el año anterior debido a que este no la guarda coo
está obligado”, en Torres Fontes, J./Bosque Carceller, R. Pag.
44.
11
Belluga, L: “Comunicando las medidas que se deben tomar para
evitar la carestía de trigo, y que por provisión del Consejo Real
se ha prohibido la saca de trigo por mar y tierra”, en Torres
Fontes, J./Bosque Carceller, R. Pag. 32.
12
Belluga, L: “Comunicando la bula otorgada por Clemente XI, de
fecha 12-VII-1704, por lo que le daba facultad para absolver a todos
los moradores de la Diócesis de cualquier censura oculta en que
hubiesen podido incurrir e ignorasen; y dando instrucciones para la
absolución general”, en Torres Fontes, J./Bosque Carceller, R.
Pag. 40.