En
época de Carlos V, la edad moderna no poseía los componentes que se
le otorgan actualmente.
El
poder estaba disperso entre corporaciones y asambleas
representativas. La idea era consensuar los intereses del
reino con los del rey, siempre buscando el bienestar común. Aunque
el rey tiene la capacidad de convocar cortes y la de elegir los temas
a debatir, debe de hacer realidad los deseos de sus súbditos. Las
asambleas poseían una carga política representativa, pero la
soberanía la poseía el rey, una soberanía desligada de cualquier
poder positivo (es rey por obra de Dios).
El
atributo de la soberanía es ejercer la justicia (una
monarquía judicial), legitimada por Dios. Debe defender los derechos
y fueros de cada uno de sus súbditos. De ahí emana su poder, de sus
obligaciones. Aunque el poder no era total, pues, según el lugar,
debía contar con las cortes, las cuales estaban formadas por cada
poder. Por ejemplo, en Castilla las cortes tenían menos fuerza que
en Aragón.
El
rey a su vez es un “pater familias” que otorga gracias y
mercedes, cómo oficios burócratas y administrativos. El que recibe
le debe lealtad y se convierte en una fuerza fiel. Los vasallos, a
pesar de depender del señorío, depende directamente del rey, lo que
le causa una doble carga fiscal. Es importante estar cerca del rey o
poseer un cargo público ya que el cargo es hereditario, con lo que
se monopoliza el poder en manos de pocas familias.
La
idea de soberanía se unía a la de religión. El poder se
sacralizaba y la religión se secularizaba. Un ejemplo de
complementariedad esta entre la Iglesia y el Papado. Se está
viviendo la desintegración de la cristiandad a causa del surgimiento
de nuevas iglesias que rompen con el poder eclesiástico. Aparecerá
la idea de “un rey, una religión”. Entra en crisis el concepto
de imperio y aparece el de la pluralidad religiosa. Las monarquías
se impregnan de religión en busca de sus propios intereses. La
guerra y la monarquía irán unidas por lo confesional. Estas guerras
religiosas acabaran con la paz de Westfalia.
Los
esfuerzos económicos -ya sea por impuestos-, los esfuerzos
demográficos-con el reclutamiento de soldados-, la supresión de los
fueros... vinieron causados por la política militar de los reyes y
su tendencia centralizadora y absolutista. En el siglo XVIII
este poder continuará, aunque dispersado en la burocracia
administrativa. Este control del estado, paralelo al aumento de la
riqueza, será justificado por el bienestar de los súbditos.
A
principios del siglo XVI el gobierno lo formaban un conjunto
de personas unidos al monarca por lazos de fidelidad y no de patria.
Se afianzarán los príncipes y las cortes con autoridad laica,
enfrentándose incluso al papado y sometiendo al clero al pago de
impuestos. El rey tiene la potestad de asignar cargos públicos,
creando una aristocracia administrativa que monopoliza ese poder. La
jerarquía esta ahora relacionada con la cuota de poder que se posea,
un poder que se hereda. Es una situación característica de los
estados italianos, donde es “de hecho” y el súbdito debe
aceptarla cómo algo natural.
En
Europa va cambiando la idea de monarquía, rompiendo con lo
tradicional. Se concentra el mando bajo una reglamentación. El
ejercicio del poder es el ejercicio de la justicia. Esta nueva
estructura del estado se basa en el rey cómo cabeza de la corte,
siendo esta la administradora de justicia, aparato administrativo,
ejército, diplomacia... . La nobleza verá perder casi todo su
poder, e incluso tendrá que permitir que el rey arbitre entre ella y
el campesinado. El rey para compensarlos les otorga títulos, creando
un nuevo tipo de nobleza que se enfrentará a la nobleza que se
encargaba del ejercicio de las armas, por esta nueva que se encarga
del ejercicio de la administración. La sensación final es que el
estado vela por sus intereses. Pero también velará por los
intereses del campesino al castigar los malos usos de los señores.
Los
hombres de la edad moderna estarán sometidos a un rey, a un
señor y a un imperio, pero un imperio conocido cómo una federación
de estados con igualdad de derechos. Esa idea de pluralidad estará
enfrentada a la idea de estado centralizador.