BIOGRAFÍA
Nace en Tomelloso, un pueblecito de
Ciudad Real, el día de reyes magos, del 1936. Ya desde pequeño siente
predilección y por la pintura, influido por su tío Antonio López Torres.
En
1949 se traslada a Madrid, donde prepara su ingreso a la Escuela de
Bellas artes, gracias a frecuentes visitas al Museo de Reproducciones
Artísticas y a la Escuela de Artes y oficios.
Entre 1950 y 1955 cursa estudios de pintura en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.
Una vez finalizados dichos estudios, vuelve a su tierra madre para trabajar, aunque vuelve a Madrid en 1960.
El 30 de Junio de 1961 se une en matrimonio con la también pintora María Moreno y juntos tendrán dos hijos: María y Carmen.
Entre 1964 y 1969 imparte clases cómo catedrático en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
En
1992 el director cinematográfico Víctor Erice filma el largometraje "El
sol del Membrillo", basado en el proceso creativo de Antonio López.
Presentado a concurso en el festival de Cannes´92 será galardonado con
el premio de la crítica Internacional; así cómo en el festival de cine
de Chicago, con el "Hugo de oro".
En Enero de 1993 es nombrado miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Hoy en día vive y trabaja en Madrid.
EL SIGNIFICADO DE SU OBRA
Antonio
López es uno de los artistas más relevantes y originales de las últimas
décadas de la pintura Española. Caracterizado por un estilo peculiar y
profundo, llegó a ser considerado un pintor obsoleto, por continuar con
el realismo, cuando se producía el auge de las vanguardias.
Su
amplia obra nutre el bastísimo museo del arte Español. Sus cuadros se
preocupan de reflejar lo cotidiano, la realidad del día a día, pero
vista a través de sus pupilas. El dice "[...] de la realidad tienes que
tomar lo que más te guste[...]" ; una realidad que el envuelve de un
claro patetismo y una perseverante ducha de luz.
Todo ello tras un
fondo ético y moral, intentando retratar los problemas y sucesos de la
vida de posguerra y el ciclo del franquismo.
Otra característica
de nuestro pintor es que nunca se dejo llevar por las reglas academistas
o teorías gratuitas, el sólo pintaba y no se quedaba frente a un lienzo
en blanco, mirándolo y enumerando cuales serían las pautas que iba a
seguir. Para el, pintar no es nada especial, es algo que le gusta, como
también le gusta hablar de la realidad.
Este último pensamiento
resume perfectamente lo que es el autor, modesto y anónimo. Un amigo de
sus amigos, gente del pueblo que le gusta juntarse con sus paisanos a
echar una partida de cartas, mientras toma unas cervezas. Pero el truco
está en que esto que parece cotidiano, el lo hace arte, lo magnifica y
lo envuelve de un algo mágico, todo ello aislandolo, paralizandolo en el
tiempo y espacio, ausentándolo del mundo, para que sólo exista ese
objeto, persona, calle...; le concede su momento de gloria.
EVOLUCIÓN PICTÓRICA
Cómo
he dicho antes, Antonio López es una persona llana, por lo que su vida
sería un mal guión para un película policiaca. Su evolución ha seguido
una pauta lineal, que desde el principio eligió la opción del realismo.
El siempre ha sido fiel a sus principios, y estos comienzan cuando desde
pequeño demostraba unas dotes inigualables para la pintura, gracias en
parte a su maestro y tío A. L. Torres.
A los doce años se traslada
a Madrid donde estudia bellas artes en San Fernando, y desde ahora el
niño portentoso es calificado cómo un alumno aventajado, asombroso,
aunque todavía quedaban algunos aspectos que pulir en su arte. Este arte
despertino denotó una gran maestría, por lo que aún hoy, los críticos,
se siguen quedando perplejos ante esas primeras pinceladas de belleza.
A.
L. exhibía una riqueza de colores y brillos a la vez que dominaba los
tonos, el espacio y la luz. Sus primeros temas se basaban en su entorno
familiar, su pueblo... y Madrid, donde pudo observar, ya desde que se
bajo en la estación de Atocha (su barrio de siempre), cómo la grandeza y
el resplandor de una gran manzana es complementada con la miseria y
pobreza. Su enseñanza la complementó con los consejos de sus buenos
amigos y compañeros de clase y peripecias, así cómo de numerosos libros
de arte, que debido a la posguerra y el hermetismo del régimen, eran
difíciles de conseguir.
En los años 50 viaja a Italia y Grecia,
donde entra en contacto con los clásicos y con una forma distinta de
plasmar la belleza, una forma basada en la razón. Una forma de expresar
la realidad como a el le gustaría que fuera, una realidad idealizada (se
ve en sus retratos ideales). Ese "estilo clasicista" se puede observar
en "Cuatro Mujeres 1957", donde, en carboncillo, las representa en forma
de friso.
Hasta 1957 habrá realizado 18 óleos, cuyos temas,
impregnados de cierto surrealismo, van desde calles o esquinas de su
Tomellosos natal, pasando por bodegones, hasta los retratos de las
personas y parejas, a los que intenta, por decirlo de alguna manera,
plasmarlos para la eternidad ("Sinforoso y Josefa 1955", "Antonio y
Carmen 1956", "Mis padres 1956"). En sus retratos de personas,
observamos que le da mucha importancia a la mujer, caracterizándola con
una actitud sédente o con la mirada perdida en el infinito ("Mujer
sentada 1954", "Mujeres en diálogo 1955"). Respecto a sus bodegones se
destaca la composición barroca y abigarrada con la que los impregna
("Bodegón del patio 1954", "Nochebuena 1955"), y el detalle que en
alguno de estos bodegones empieza a plasmar la ciudad de noche.
En
1957 pinta "La niña muerta", con la que empieza un nuevo ciclo de base
surrealista. En esta obra se nos muestra una niña dentro de un ataúd,
iluminado por una vela. Es la representación de las miserias provocadas
por los males del mundo, por las desdichas del hombre, que en aquella
época se personificaba en el régimen franquista. Es una crítica a pulmón
abierto, pero con la boca cerrada.
A partir de estos momentos se
convertirá en el principal aliado de la realidad y la representara sin
omitir detalle, por duro que sea verlo o incluso reflejarlo, y siempre
desde el surrealismo, lo que le convertirá en un pintor enigmático y
misterioso, que pintará, por ejemplo, mujeres que se dirigen a un
alguien, fuera del plano ("La novia 1959"), que no vemos (se hace más
misterioso la persona ausente que la retratada), o representará mujeres
volantes ("La lampara 1959"), sin espacio, descontextualizadas. Aunque
en sus retratos personales seguirá manteniendo el estilo de su etapa
anterior, cómo en el retrato de "Ataulfo Argenta 1958" o de "Francisco
Carretero". Pero es sólo un inciso en lo que es su nuevo estilo, que irá
evolucionando a la vez que se va complicando su factura, llegándose a
ver incluso "formas informalistas", cómo introducir raspaduras o manchas
en sus obras. También evoluciona su soporte, del lienzo hasta la tabla
para terminar con el óleo, más utilizado por el.
Entre 1960 y 1967
sufre una de sus últimas metamorfosis. Su estilo acaba siendo más
realista que antes, más cercano a el y al observador, dándole
importancia a cualquier objeto que nos rodea. Así en "La alacena 1963",
"Los novios 1960" o "Calle Santa Rita 1961", los caracteres de cualquier
tipo u objetos más simples y cotidianos, se convierten en objetos
importantes, básicos para la vida. Les saca de dentro esa trascendencia
que está ciega a nuestros ojos, pero clara para el y su don de
concederle belleza.
Ahora aparecen las primeras vistas panorámicas
de Madrid, unas vistas autenticas pero irreales (ausencia de gente que
conlleva una sensación de la soledad), que se recrean en los detalles y
matices, concediéndoles mayor grandeza y magnificencia, que la que ya
poseen. Los espacios los divide en dos bandas longitudinales, de las
cuales, la superior, corresponde al cielo y la inferior corresponde a
las viviendas. Llega a reflejar el paso del tiempo, gracias a sus
tonalidades rosas, amarillentas y azuladas, que impregna en el cielo. Y
sigue habiendo ese trasfondo de crítica a la sociedad, crítica al
hermetismo y exclavismo del régimen, con podemos ver en "Atocha 1964",
donde lo más personal, el acto sexual, se realiza en una de las vías
públicas más importante de la ciudad.
A finales de esta
etapa, su pintura pierde fantasía y cariz narrativo a cambio de una
austeridad en sus temas y en sus formas. Sigue presente la luz, cómo
cómplice de un objeto aislado y ausente en el tiempo.
Sus cuadros
más recientes entran en una dimensión más compleja, con otro tono moral y
sensorial. Un cuadro lo divide en trozos y cada trozo muestra su valor
por sí mismo, pero siempre en relación con el resto. Cada detalle nos
refleja unos sentimientos, unas verdades, su verdad. Es un estilo muy
reflexivo, por lo que la elaboración de un cuadro puede conllevar mucho
tiempo e incluso no llegar a terminarlo. Son cuadros que no pueden ser
colgados en una pared para enlucirla o encima de una chimenea, por lo
bien que queda; son cuadros para observar y dejarte influir por un deseo
de reflexión. Son cuadros para la mente, no para los sentidos. Con todo
ello no busca la perfección, pero si intenta acercarse a ella.
Esa
magia y aire misterioso también lo llevan puesto cómo etiqueta personal
sus dibujos y obras tridimensionales, independientes en sí mismas. Al
igual, en relieves y esculturas ("La aparición del hermanito 1959",
"Hombre y mujer 1968-90"), que se convierten en cómplices de ese
misterio y esa batalla contra el tiempo.
Al final
podemos decir que la obra de Antonio López es una forma de expresar su
realidad, intentando aislarla del tiempo que domina la verdadera
realidad. Su realidad se interesa por cualquier detalle, por pequeño que
sea y por importancia que tenga, para dotarlos de belleza, así las
cosas no son grandes ni pequeñas, son sólo bellas.
Puedes ver sus obras en:
http://www.artelibre.net/ARTELIBRE1/ANTONIO_LOPEZ/antonio_lopez.htm
http://antoniolopezgarcia.blogspot.com/
http://www.moma.org/visit/infoplans/spanish_plan