"Estamos formando a las generaciones que viajaran a Marte con métodos de los viajes coloniales".
Aunque
es una afirmación un poco exagerada, en cierta forma, y salvando la distancias,
se siguen utilizado métodos tradicionales para impartir las materias. Podemos
decorarlos con trabajos colaborativos, ejercicios prácticos, salidas del aula,
e incluso atrevernos a realizar una webquest (si los ordenadores funcionan),
pero siempre es la misma telenovela: profesor que explica vs alumno que
recibe.
Es
obvio que los tiempos avanzan, al igual que las necesidades y exigencias del alumno en su educación.¿Cómo explicar la edad media si todos los alumnos tienen
acceso a esa información y en todos los formatos?. Las aulas han dejado de ser
templos sagrados con púlpito donde la palabra del profesor es sagrada.
Necesitamos transformarlas en algo nuevo, necesitamos evolucionar a
"grupos de trabajo".
Los
grupos de trabajo escogen la información y los contenidos que necesitaran para acometer la asignatura. El profesor no es un Chaman sino el guía, el
"vademecum" del grupo, el que no tiene las respuestas, sino las
preguntas.
Es en
este entorno donde ubico
la importancia de una tableta como "herramienta de trabajo". Primero hablemos del gasto por
alumno que realizan las familias en material escolar. Según la Unión de Consumidores de
Castilla-La Mancha-UCE, con cifras del 2011, el desembolso inicial oscila entre
900 y 300 euros, a lo que hemos de sumar las consecuencias físicas por cargar
con tantos kilos de libretas, libros y diccionarios. Una tableta oscila entre
100 y 400 euros de coste, pero lo interesante es que puede ser el único gasto
en material escolar que se haga durante un año (e incluso en dos).
¿Y ahora
qué?. Pues ahora a llenarla de aplicaciones educativas, útiles para el aula, con
las que se fomente el trabajo y el aprendizaje en un entorno de continua
adquisición de conocimientos. El alumno no dejará de compartir sus ideas con el
resto del grupo en tiempo real, a la vez que aportará, mediante las redes
sociales o redes propias, materiales que mejoren este “caldo de conocimientos”
construido por todos. El trabajo del profesor consistirá en guiar a los alumnos
en esa adquisición de contenidos, a la vez que seleccionará las aplicaciones
que más se adecuen a su asignatura. Y esta es la palabra mágica: aplicación.
Los centros educativos enriquecerán el mercado de la aplicaciones informáticas
con solicitudes concretas: aplicaciones para controlar el seguimiento de la
clase, el trabajo en casa del alumno, creación de “cuadernos de clase”, etc.
¿Problemas
con la distracción del alumno?. No hay que ser muy listo para pensar que las
famosas redes sociales como Facebook, Tuenti o Twitter estarán bloqueadas hasta
que el alumno salga del centro. Aun así, podrían formar parte del aprendizaje.
Otro tema
son las editoriales, que tendrán que adaptar sus libros a estos formatos y
competir con el resto de la red. ¿Habrán libros de texto?. Si, pero multimedia,
con contenidos interactivos y actualizables en cada momento. Un alumno puede
estar estudiando física, realizar un esquema claro de los contenidos y volcarlo
a la red de su grupo de estudio par compartirlo con todos como elemento
sumatorio a la adquisición de conocimientos. No solo evaluaremos el trabajo
realizado sino también su aportación al grupo.