El estudio de la Esfinge de Haches plantea un doble reto y una doble satisfacción para el que da sus primeros pasos en la investigación histórica.La ausencia de restos Arqueológicos determinantes, o incluso vagos, que acompañan a la esfinge, determina en demasía la posibilidad de un análisis completo de un hallazgo, a saber, la cultura, sociedad o la economía.
El análisis posible que permite y si nos ceñimos a la pieza como único elemento del yacimiento, acaba siendo tan solo técnico, formal y de su utilidad, no pudiendo ir más allá. El reto está en la investigación, poder y saber ver más allá del propio yacimiento “huérfano” de datos y realizar un amplio de lo que rodea al objeto para poder ubicarlo en su contexto y darles significado. Estudio de un mayor espectro geográfico, de sociedades vecinas y sus relaciones socio-políticas; relaciones comerciales con civilizaciones extranjeras y vecinas con los cambios que ello conlleva; las influencias culturales que estas les aportan y como afecta a su sociedad; vías de comunicación que la incluyan en un marco Geográfico importante en la evolución de estas sociedades; estudio de esculturas paralelas en el tiempo y cercanas en el espacio.
Desde este análisis intento satisfacer la idiosincrasia en la creación de la esfinge de Haches, analizando sus relaciones con la sociedad del momento, para intentar contribuir con los mayores datos posibles a su hallazgo. En los siguientes capítulos andaremos paso a paso dicho análisis, desde un estudio estilístico, el cual se erige como determinante para enmarcarla en su época, hasta su significado a lo largo del tiempo, en el transcurso del cual, esta figura femenina, ha asustado la imaginaria del hombre. Si las influencias son importantes en su creación, analizaremos de que tipo fueron y como pudieron llegar hasta el lugar donde se encuentra. Nuestro fin será acercarnos al artista que la creó, a sus circunstancias sociales para crearla y su justificación cultural. No hay mejor forma de entender la escultura que entendiendo a su artista.
1.Análisis.
1.1 Ubicación
del Yacimiento.
La esfinge fue
encontrada en el pago de Haches, cercano a la localidad de Bogarra y al río
Mundo, a los pies de una torre de época medieval, la cual vigilaba la zona
desde un cerrillo; está rodeado de valles formados por materiales triásicos
blandos (margas y arcillas) que subyacen bajo las duras capas de calizas
jurásicas. Estas, permeables, permiten la filtración de aguas y la formación de
manantiales. Actualmente está rodeado de cultivos, pero en la época ibérica,
siglo V a.c, seria una zona rodeada por una espesa arboleda de encinas y pinos.
Pero no es la
elección del lugar lo más destacado del descubrimiento, aunque más adelante si
le concederemos cierta importancia, sino las características del yacimiento:
solo se han encontrado la esfinge, unos sillares, una cornisa que remataría
algún tipo de construcción y un trozo de otra pata, similar a la analizada, por
la cual se deduce que existían dos esfinges similares, pero ningún otro resto Arqueológico.
De esta manera
hemos descubierto nuestra escultura, sin más restos que nos ayuden a realizar
una datación estratigráfica o ubicarla de forma exacta en un contexto social y
político.
Es un problema
que nos lleva a tener que realizar una datación de tipo estilístico, basándonos
en los rasgos de la escultura, temática, trasfondo social y un análisis más
amplio de su zona de influencia.
En yacimientos
de la misma zona de influencia, como Pozo Moro en Hellín y Los Villares en
Chinchilla, el descubrimiento de esculturas junto a restos, en excavaciones
cercanas de ajuares y construcciones, han permitido desentrañar el significado
o simbolismo de dichas esculturas y asociarlas a su contexto.
Actualmente la
encontraremos en el Museo de Albacete.
1.2.Análisis
Estilístico.
Para un análisis más detallado podemos empezar por
su “dependencia” física de algún tipo de monumento o jamba, pues por su parte
trasera nos encontramos con parte el sillar en basto del que nació, hasta las
patas delanteras que están exentas [Lámina 4.1].
Esculpida la piedra de arenisca blanca, en alto
relieve con un tono rojizo debido a las tierras donde se encontró, reposa de
forma axial su cuerpo sobre un plinto corrido de 63 cm de longitud. La esfinge
gira su cabeza de forma triangular a la derecha, mostrándonos su sonrisa de
boca cerrada y labios prominentes y recuperando la sonrisa típica arcaica del
arte griego. Los pómulos marcados encuadran una nariz de perfil recto entre dos
ojos almendrados, pupilas redondeadas y párpados también marcados. Sobre ellos,
una diadema que se pierde en los laterales, marcando la división frente a un
gorro liso que corona la cabeza. Dos tirabuzones toscamente ejecutados
descuelgan hasta las alas, que con bordes rectos y convergentes, se componen de
plumas creadas a base de toscas incisiones en paralelo [Lámina 4.2]. Las patas,
otro rasgo importante para identificarla, se ejecutan dobladas y acabadas en
cuatro dedos marcados. Desconocemos la forma de la cola o si existió ya que no
existe constancia física.
En si la figura,
con unos 70 cm de altura y 24 cm de
grosor, denota rigidez y frontalidad, características de un rasgo autóctono en
su creación, pero que deja entrever su influencia griega, ya sea en los temas
zoomorfos o el significado religioso (apotropaico) de la escultura (Sánchez
Jiménez, 1947).
1.3.Análisis
Temático.
La temática de
la esfinge nos llega a la península Ibérica imitando estereotipos griegos, los
cuales han ido evolucionando desde su aparición en Egipto.
En sus
comienzos, de carácter masculino, simbolizaba el poder y la protección en la
figura del Faraón. En la XVIII dinastía de Hatshepsut surge la esfinge femenina
acompañada en sus representaciones del árbol de la vida. Serán lo Sirios los
que les añadan las alas y ese aura de ser mágico. Son ellos, y tras la invasión
de los Hycksos, los introductores en Grecia de una esfinge sentada y detallista
en las alas. Es un tipo que tendrá más aceptación que el egipcio, con una
postura sedente y discos solares en los tocados (Chapa, 1985). Dándole un giro
a ese carácter apotropaico, los Áticos, alimentaran la mitología popular griega
con esfinges de carácter monstruoso, demoníaco, narrado por Sófocles en el mito
de Edipo (Revilla, 1999).
La esfinge se enfrenta a Edipo con una serie
de acertijos, que tras ser desentramados, muere a manos del nuevo rey de Tebas,
esposo de su madre y asesino de su padre.
Y nuestra
Esfinge, ¿es un monstruo?. Cabe destacar que los Íberos, aunque adoptaron la
nueva temática en su panteón, la plasmaron según sus recursos e ideología.
En la de Haches podemos observar uno de los recursos
más llamativos del arcaísmo griego: su sonrisa. Al acercarnos a la escultura
podemos sentir respeto, pero no temor, pues es ella la que nos invita a que nos
acerquemos. Este uso de esculturas protectoras las podemos encontrar también en
varios yacimientos de la provincia de Albacete y durante los periodos que van
del siglo VI al V a.c.: Pozo Moro y Balazote en Albacete o Elche en Alicante
[Lamina 4.3]. Podemos observar una tendencia religiosa–protectora en los tipos
escultóricos de la zona (obsérvese la semejanza en la disposición de las patas
entre la de Haches y los leones de Pozo Moro), mezclados con las influencias
orientales de los Fenicios en algunos casos y transmitidos desde los medios y
conocimientos que poseen.
El “olimpo”
ibérico aceptan estos seres extranjeros para plasmar o expresar sus anhelos
sobre el más allá. Por supuesto, la adopción de estos elementos foráneos nos
demuestran el alto nivel de abstracción religiosa en la población ibérica,
capaces de asimilarlos y plasmarlos desde su óptica indígena (Chapa, 1985). El
artista no crea, tampoco está capacitado para ello, copia toscamente modelos griegos para crear un elemento de protección.
Ahora, la pregunta es, ¿qué protege?.
2.Justificación.
2.1.De la
Esfinge al Monumento.
La ausencia de
restos en el yacimiento limita la interpretación sobre la función exacta de
nuestra escultura.
Como he
descrito, la esfinge resalta de un sillar tallado. La posibilidad de estar adosada
a una jamba de puerta no parece lejana, pues en la actualidad permanece sobre
el yacimiento una torre de la edad media, sumando más teorías a la
reutilización de los lugares con cierta atracción sagrada.
Pero desde el siglo VI a.c. y durante el siglo V
a.c., las construcciones, funerarias en su mayoría, respondían a tipos
específicos (Alcala-zamora, 2004): Túmulos, torres y pilares estela. La
existencia de un túmulo, con acceso por una puerta, hubiera dejado una serie
importante de restos en la zona, como en los Villares o la necrópolis de Pozo
Moro. En los pilares estela, las imágenes, de bulto redondo y no adosadas a
sillares, se ubican en lo alto, por lo que se auto descarta. Pero si
encontramos una pieza que se repite en las construcciones turriformes o
sepulturas torre: una cornisa.
La utilización
de una esfinge de carácter protector en una torre funeraria no es sino repetir una tendencia de la
cultura ibérica del suroeste español. En Bogarra, el Llano de la Consolación,
Salobral y Elche, son ejemplos de sepulturas torre donde se encuentran esfinges
de influencia griega, como podemos ver en la [lámina 4.3] (Chapa, 1985).
De entre esta
variada tipología de estructuras, podríamos hacer una recreación fijándonos en
la Torre de Pozo Moro, el monumento mejor conservado de este tipo, y además
teniendo en cuenta que la esfinge intenta imitar la disposición y técnica de
los leones.
Arrancaría con
una o dos hiladas de sillares escalonados, que conduciría a un cuerpo cuadrado
y elevado en altura de sillares colocados a soga o tizón y agarrados en algunos
lados con grapas de plomo. El cuerpo se rellenaría con adobe y los restos
salientes del desbastado. En su base se incrustarían las dos esfinges una en
contra a la otra, protegiendo ambos lados. La construcción se remataría con una
cornisa bajo una pirámide y la orientación del monumento sería suroeste –
noroeste [Lámina 4.4].
El monumento
llamaría la atención por su ubicación en una zona elevada, lo que implica un
esfuerzo físico difícil de llevar para una sola persona. Para Alcalá-Zamora, y
gracias a estudios en escuelas taller de fabricación en piedra, el Monumento de
Pozo Moro pudo llegar a costar 120 días y de 3 a 8 personas empleadas en el
proceso. Uno de menor tamaño podría reducirse a 10 días y de 2 a 3 personas en
su ejecución, la cual comprende el corte y labrado de los sillares, la moldura,
los frisos y las esculturas, terminando la obra con el montaje.
2.2.De la
Esfinge a la sociedad.
La esfinge en
si, aparte del monumento hipotético, implica su creación en zonas de extracción
cercanas, por el tamaño y peso del sillar, que dificultaría su transporte desde
una cantera o taller. Los Materiales utilizados son autóctonos, y la
herramientas básicas como formones, gubias y escoplos (Mendala Galán, 2000), ya
que la piedra caliza es fácil de manejar.
Si apreciamos
los hechos que existen de trasfondo, asistimos a una destacada organización del
trabajo, donde hay alguien que lo crea y alguien el cual desea crearlo (Alonso
del Real). En definitiva, una sociedad jerarquizada, en la cual, ostenta el
poder los jefes o héroes locales, basado en un control de la producción y de
las vías de comercio.
En si, son
sociedades que han elevado sus poblados para una mejor defensa frente al resto
de los señores. El comercio y el contacto con nuevas culturas dará la
oportunidad de introducir nuevos visitantes en sus comunidades. Estos no solo
influirán en las técnicas artísticas, su impronta se verá reflejada en la
introducción de nuevas formas de subsistencia, instaurando la caza mayor
(cérvidos) y modificando la ganadería (bóvidos). El influjo griego será cada
vez mayor, frente al Fenicio y el Tartésico.
Pero la base de
sus contactos fueron el intercambio de materias primas por objetos extraños
para los indígenas y llamativos, hasta incluso preciosos. El hierro de Jaén o
Baza, el oro, el estaño de Murcia, el cobre y plata de Badajoz y Almería, esta
última apreciada por los griegos; todo ello por vasijas, figuritas votivas o
cristales.
Asistimos a una
comercialización fluida (existen comunidades, cómo la Quéjola, que se
especializaron) de productos entre diferentes culturas, e incluso se impuso
cierta competencia entre la mismas por hacerse con los productos mineros.
Después, y tras la batalla de Alatia (537 a.c.) estas relaciones entre Griegos
y Fenicios empeorarían.
Este trasiego de
mercancías fue posible gracias al repetido uso de las vías de comunicación
terrestre, y en especial la vía Heraclea.
Esta vías con
nombre de semidiós recorre todo el llano albaceteño, empezando en Castulo hasta
Caudete y el levante, sin olvidar las ramificaciones que deja por su camino y
que se adentraban a pequeñas comunidades o necrópolis como son la Vereda de los
Serranos, una vía ganadera que se extiende de suroeste a noroeste, La Cañada
Real de Andalucía, la cual llega hasta Valencia y que bifurcará en la Vereda
Real de Los Murcianos, y la Vereda Real de Cuenca, que llega a Cartagena
pasando por Pinilla. Por esta gran ruta
de la meseta inferior de la península encontramos un hilo conductor en el
comercio de cerámica focense de barniz gris, atestiguado por el gran número de
yacimientos (Rodriguez Macarena, 1988). Es por este Camino de Anibal, o cercano
a el, por donde encontraremos restos de un gran número de comunidades Ibéricas,
partiendo de Castulo, y en dirección norte, pasando por Aldea Hermosa, Venta de
los santos, Albaladejo, Viveros, El Ballestero y Lezuza. Luego, en dirección
este, bajando por Tiriez, Pétrola, Montealegre del Castillo y Caudete. La ruta
desembarca en Santa Pola desde la zona del Vinalopo.
Resalta que por
el tramo más oriental de esta ruta la escultura monumental es más prolífica, y
que, salvo Pozo Moro que es anterior, la orquilla temporal va desde el Siglo V
al IV a.c.
Observando el
mapa trazado (Lámina 1), podríamos destacar la cercanía de un yacimiento a
Bogarra y que se encuentra en el camino de la Cañada Real de Andalucía, un
ramal de la de Los Serranos. Este es La Quéjola, en San Pedro, de fechas
anteriores (VI a.c.) a nuestra datación, pero con un trasfondo religioso
importante en el culto de la Diosa Astarte y los ritos de libación,
relacionados a la fecundidad y el amor. Rodeada por una muralla con una torre y
formado por 16 departamentos, destaca el hallazgo de una figurita femenina de
factura indígena. Su cercanía y su tardía desaparición, tras las guerras
Púnicas, invitan a pensar en su influencia para la creación de nuestra esfinge.
Pero el hecho de no encontrar ningún tipo de esculturas de mayor tamaño o de
ascensión griega, la descartan.
Son esas
influencias culturales las que ubican a nuestra esfinge en el mapa de la
escultura ibérica. El escultor bebería de las técnicas e influencias griegas de
toda la animalística aparecida por esta ruta, tanto en esculturas como en artes
decorativas, de maestros provinentes del sur de Italia o Marsella.
Nuestro artista
estaría entroncado en esa sociedad jerarquizada, de posición cercana a esos
jefes locales pertenecientes a la aristocracia antigua. Por ser un personaje
especial en la comunidad, aunque no poderoso, era visto como parte de acuerdos
comerciales entre estas comunidades.
Un discípulo del
arte griego que recrea un ser oriental en un monumento de origen Fenicio, tal
vez procedente de las colonias Fenicias del norte de África, para una religión
autóctona. El crisol de culturas debió ser increíble.
La esfinge,
protectora del difunto, además porta su alma en su viaje diario desde el
amanecer hasta el anochecer. Su incursión en monumentos turriformes aumenta ese
significado de la elevación del alma.
Pero la ausencia
de restos o ajuar en el yacimiento también hace pensar en un monumento
conmemorativo sobre algún jefe local en el que las esfinges protegerían su
integridad. Esta opción va más ligada a rituales de libación, con la protección
de la Diosa Astarte.
3.Conclusión.
El estudio de la
esfinge de Haches y su valor como fuente en si se disipa según se va
profundizando en el, debido a los escasos recursos Arqueológicos de los que
posee.
Su análisis hay que enmarcarlo en un radio
geográfico y social mayor al que fue encontrada y no desatender el resto de las
fuentes, tanto las clásicas escritas como las Geográficas o etnográficas de la
zona, para poder vislumbrar un sentido o utilidad de su creación.
Lo que al final
nos recrea, una escultura, que obedece a una corriente religiosa y técnica, que
por la decadencia del comercio en la península a finales del Siglo V a.c., se
vuelve más tosca y repetitiva, debido a la paulatina caída de los contactos
entre culturas.
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