Tras
la conquista de Granada, los reyes católicos, en especial Fernando,
llevaron a cabo una política expansionista basándose en gran parte en la
profesionalización del ejercito.
Este
nuevo ejercito profesional había evolucionado de las milicias que
lucharon en Granada a un nuevo ejercito basado en coronelías
organizadas por Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán
(1453-1515), el cual puso las bases de los futuros tercios. De ese
nuevo ejército dio buena cuenta J. H. Elliott en “La España
Imperial”:
“En
la campaña de Granada los infantes españoles habían dado ya pruebas de
su arrojo personal y de su capacidad para realizar movimientos rápidos,
pero era necesario proporcionarles una protección mejor y permitirles al
mismo tiempo conservar la rapidez y flexibilidad. Esto se consiguió
equipándoles con armaduras de mayor protección –yelmos ligeros y
corazas- y con mejores armas ofensivas, de modo que la mitad de ellos
iban provistos de largas picas, un tercio de lanzas cortas y jabalinas y
la sexta parte restante de arcabuces. Al mismo tiempo, las formaciones
fueron totalmente reorganizadas en coronelías, formadas por cuatro
compañías de 250 hombres cada una, y cada coronelía estaba apoyada por
unidades de caballería y artillería.”