Una de las principales
consecuencias del descubrimiento del Nuevo Mundo fue el descenso
demográfico muy acusado de la población indígena. Tanto el
virreinato de Nueva España como el Virreinato de Perú sufrieron una
caída demográfica espectacular.
A pesar de las
diferentes informaciones en torno al número de indígenas antes del
proceso de colonización y después de esos primeros años de
conquista, lo cierto es que en todos los recuentos puede apreciarse
una pauta común: un fuerte descenso a lo largo del siglo XVI, una
caída más atenuada en el siglo XVII y una cierta recuperación en
el siglo XVIII.
Quizás de todos los
territorios conquistados por los españoles fueron las Antillas la
zona más afectada por el descenso demográfico indígena. Allí,
prácticamente toda la población aborigen quedó aniquilada.
El dramático descenso de
la población aborigen parece que se debió en primer lugar a la
violencia que emplearon los primeros colonizadores, sobre todo en las
Antillas. Cuando después pasaron a Tierra Firme, fueron las
enfermedades que introdujeron los nuevos colonos las principales
causantes de esa caída de la población. También hay que tener en
cuenta que se produjo una importante fractura cultural y existencial
entre los indígenas, una desarticulación del universo cultural que
se manifestó a corto y medio plazo en un descenso de la natalidad.
El gobierno español en
ocasiones patrocinaba el envío de algunos colonos, pero por lo
general restringía más que patrocinaba. Una actitud consecuencia
del no querer agravar el déficit de población de la Península
Ibérica.
La insuficiente ocupación
del territorio vino de dos causas principalmente. En primer lugar por
el ya citado descenso demográfico indígena. Pero también por el
reducido volumen de la inmigración española a América.
Para poder emigrar a las
Indias había que hacer una solicitud previa, para lo que debía
adjuntar toda su información en la Casa de Contratación. En el
Archivo de Indias de encuentran cerca de 150.000 expedientes de
inmigrantes. Sin embargo, la inmigración clandestina, la propia
deserción de marineros cuando llegaban a Indias, y las lagunas de
algunos años, indican que al menos fueron 300.000 los españoles que
emigraron a los nuevos territorios conquistados.
En general, gran parte
de los emigrantes eran jóvenes y, por tanto, con un periodo
reproductivo todavía amplio. Esto supuso que la población blanca en
América fuera aumentando progresivamente y, con él, también el
número de mestizos. En un principio el porcentaje de mujeres
emigrantes era muy bajo, y después fue elevándose, aunque nunca
superó al de varones.
El índice de
urbanización era bastante alto para lo que en el continente europeo
era común, y para el tipo de economía que se practicaba. La ciudad
hispanoamericana se convirtió en un centro de poder económico,
social, político y religioso.
Las ciudades se
convirtieron en el núcleo residencial de la clase dominante. Muchos
grandes propietarios , además de su residencia en la hacienda ,
tenían sus casas principales en los centros urbanos. Estos
terratenientes dominaban el campo como señores cuasifeudales y la
ciudad con el dominio de los oficios públicos. Las principales
ciudades eran México, Potosí, El Cuzco, La Puebla o Lima. De hecho,
México a mediados y finales del siglo XVII, con casi 100.000
habitantes era la tercera ciudad del Imperio español, sólo superada
por Nápoles y compitiendo con Sevilla.
Pronto se fue
estableciendo una jerarquía social, cuya cúspide estaba dominada
por los altos cargos civiles y eclesiásticos que eran ocupados por
peninsulares, cuya estancia en América era a veces eventual. A
éstos se les apodaba despectivamente como gachupines o chapetones.
No eran especialmente apreciados por los españoles ya asentados en
América, debido a que controlaban las instancias de poder, muchas
veces sin conocer el territorio, y sólo con el ansia de
enriquecimiento.
En segundo lugar de esa
escala social se encontraban los grandes hacendados criollos,
denominación que hace referencia a los hijos de padres españoles
que habían nacido en América. El poder que éstos poseían provenía
sobre todo del disfrute de tierras que había obtenido su familia en
los repartimentos. Aunque los altos cargos civiles les fueron
vetados, el ascenso a cargos intermedios y de poder en los municipios
fue asentando su preeminencia social, adquiriendo además títulos
nobiliarios. Las reivindicaciones de los criollos hasta el siglo XIX
se basó en cuatro objetivos: reclamar el cumplimiento de la
legalidad vigente, exaltar sus excelencias, competir con los
peninsulares en los ámbitos que éstos podían salir victoriosos, e
ir ocupando escalones intermedios de la burocracia.
En un escalafón
intermedio estaba la burguesía de negocios, los más variados
profesionales que habitaban las ciudades (médicos, letrados, etc), y
algo más bajo los maestros artesanos, oficiales menestrales, y
pequeños comerciantes y tenderos que vivían en esos centros
urbanos.
Los escalones inferiores
de esta escala social estaba reservada a los indígenas, a los
esclavos negros y a todos los mestizos , mulatos o zambos, resultado
del intenso mestizaje que sufrió el territorio Americano.
En primer lugar, hay que
decir que una de las causas que provocó el amplio mestizaje fue la
ausencia acusada en las primeras oleadas migratorias de mujeres
blancas. Además, en los primeros años, consecuencia de la guerra
cruel y despiadada de los españoles en los territorios ocupados
llevó en muchas ocasiones al rapto, violación y agresión sexual.
No fue raro también el hecho de que muchos poblados indígenas
ofrecieran doncellas a los capitanes conquistadores españoles para
evitar rapiñas.
La sociedad colonial
vivió un proceso de crecimiento del mestizaje tal, que éstos
formaron un tercer gran bloque dentro de esa sociedad colonial
jerarquizada. La mezcla entre mestizos, españoles, negros, mulatos,
etc, dio lugar una gran amalgama de denominaciones que muestra esa
riqueza social que se fue formando.
Sin duda, el lugar más
bajo de esta escala social fue ocupado por los esclavos negros,
puesto que los indios no fueron considerados como esclavos. Otro tema
fue la práctica social, y los desvíos de las normas que aplicaron
los españoles para controlar la mano de obra indígena barata o
prácticamente gratis.